No todos los infectados de coronavirus lo dispersan

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Una fiesta sorpresa de cumpleaños terminó con 18 personas infectadas con el coronavirus entre parientes y amigos. Un familiar, médico, consciente del riesgo no fue y ahora sufre al ver a sus padres de casi ochenta años en cuidados intensivos. Ante un caso así se podría pensar que el virus se comporta como una especie de fuego salvaje, instalando al instante la epidemia a donde va. Sin embargo, otros casos analizados cuentan otra historia.

En Italia, por ejemplo, los científicos informan que el virus ya estaba tan temprano como a mediados de diciembre, pero pasaron dos meses hasta que los primeros casos en el norte del país empezaran a llenar los hospitales con las víctimas de la Covid-19.

Extraño como parece ser, estos reportes no se contradicen. La mayoría de personas no pasa el virus a otros. Pero un pequeño número lo hace a muchos otros en lo que se conoce como eventos de súper-dispersión.

“Usted puede pensar en lanzar un fósforo a un montón de astillas. Lanza un fósforo y no enciente el fuego. Lanza un segundo y tampoco. Pero cuando el fósforo cae en el punto que es, empieza la llama”, dice Ben Alhouse, investigador en el Institute Disease Modeling en Bellevue, Washington.

El entendimiento de por qué algunos fósforos inician fuegos mientras que otros no lo hacen puede ser crucial para controlar la pandemia, dicen los científicos. “De otra manera, usted siempre andará siempre unos pasos detrás del virus”, dice Adam Kucharski, epidemiólogo de la London School of Hygiene and Tropical Medicine.

Cuando el virus emergió por primera vez en China, los epidemiólogos se dedicaron de inmediato a entender cómo se trasmitía de una persona a otra. Una de sus primeras tareas fue estimar el número promedio de personas infectadas por otras, o lo que ellos llaman el número reproductivo.

Resultó que el nuevo coronavirus tenía un número reproductivo entre dos y tres. Es imposible fijar un número exacto, dado que el comportamiento de las personas vuelve fácil o difícil la dispersión. Por ejemplo, un número estimado en un lugar como 2.2, habiendo confinado a la población bajó a 1 y en tres meses llegó a 0.74.

Este número promedio también puede ser engañoso porque enmascara la variabilidad del contagio de una persona a la siguiente. Si nueve de diez personas no pasan el virus a nadie mientras que la décima se lo pasa a veinte, el promedio seguirá siendo dos.

En algunas enfermedades como la influenza o el sarampión, una gran cantidad de personas infectadas les pasa el virus a unas pocas. Estas enfermedades tienden a ser lentas y estables. Pero otras como la viruela y el SARS tienden a ser explosivas, con unos pocos infectados regando la enfermedad.

Los epidemiólogos comparan estos dos tipos de enfermedades con un parámetro llamado de dispersión. Es una medida de cómo existe mucha diferencia en la transmisión de patógenos de una persona a otra.
Pero James Lloyd-Smith, ecologista de enfermedades quien fuera el que acuñó el parámetro hace 15 años, advierte que se debe tener cuidado puesto que el que se pueda medir no significa que se entienda por qué algunas enfermedades son más contagiosas que otras. “Apenas entendemos una nada”, dice.

Cuando estalló la Covid-19, Kucharski y sus colegas trataron de calcular ese número comparando casos en diversos países. En diversos estudios aún no publicados, se establece que tan solo el 2 por ciento de las personas son responsables por un 20 por ciento de los contagios.

¿Y por qué tan pocas personas contagian el virus a tantas? Los investigadores están tratando de resolver el dilema formulando tres preguntas: quiénes son los súper transmisores, cuándo ocurren los contagios y dónde.

Para la primera pregunta los médicos han observado que el virus se puede multiplicar en mayores cantidades dentro de algunas personas que en otras. Es posible que algunos individuos se conviertan en chimeneas del virus, arrojando llamaradas de patógenos cada vez que abren la boca.
Otras personas están más expuestas a enfermarse y enfermar a otros. Un conductor de bus o una enfermera de residencias de ancianos son una especie de centro de incubación, mientras que la mayoría, más cuando no sale a la calle, no lo es.

Sin embargo, se sospecha que las diferencias biológicas entre las personas no sean de mayor significado. “Yo creo que las circunstancias son muchísimo más importantes”, dice Lloyd-Smith. Son los eventos, los ambientes.

El grueso de los contagios ocurre en un lapso corto de tiempo comenzando en un par de días después de la infección, aún sin que hayan aparecido los síntomas. Si el afectado no está rodeado de gente durante ese lapso, no podrá pasar el virus.

Y ciertos lugares son en sí mismos súper-dispensadores. Un bar lleno, donde todo el mundo habla duro. Cualquiera ahí puede pasar el virus, sin siquiera toser. Y con poca ventilación, el virus anda en el aire por horas.

Pasó hace unos días con el evento organizado por un tenista. Uno de ellos traía el virus. Muchos de los participantes, entrenadores y empleados, acabaron siendo positivos para el coronavirus Seguro no hubo contagios jugando al aire libre, pero sí, y muchos, pues se pasaron las noches en discotecas.

En el Japón los nuevos brotes han salido de restaurantes, centros de cuidados sanitarios, bares y eventos musicales como conciertos en vivo y fiestas de karaoke.

Así, los genetistas logran explicar esos patrones de súper-dispersión y los lapsos desde que se sitúa un primer contagio, a que ocurran muchos, al hecho de que haya una población numerosa alrededor. Un solo virus, bueno, miles de ellos en una sola persona si no hay terreno fértil, otras personas cerca, no enferma a más.

Y eso es lo que ocurre cuando después de haber tenido a toda una población aislada y, pensando que todo está bajo control se baja la guardia en las medidas de seguridad; ahí se tiene una explosión de contagios en cosa de semanas.

Pero al tener localizados esos puntos de súper-dispersión se puede centrar en ellos la atención y controlar al virus con medidas inteligentes. El mejor control de la pandemia viene de cada persona y de su responsabilidad como individuo y como miembro de una sociedad.

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