Identificados los factores que contribuyeron a la propagación inicial del COVID-19

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Cuando dejó la provincia china de Hubei rumbo a Europa y hacia los países vecinos asiáticos –entre diciembre de 2019 y enero de 2020– el coronavirus SARS-CoV-2 encontró en algunas áreas del planeta ciertas condiciones particularmente favorables para su propagación.

Tras analizar datos de 126 países, investigadores de las universidades de Campinas (Unicamp), en Brasil, y de Barcelona, en España, identificaron un conjunto de factores que habrían favorecido la rápida dispersión del virus durante la etapa inicial de la epidemia, es decir, antes de que se implementasen políticas públicas tendientes a contener el contagio.

De acuerdo con este estudio, que contó con el apoyo de la FAPESP – Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo, entre los factores que influyeron sobre la mayor tasa inicial de expansión del COVID-19 se encuentran la baja temperatura, con la consiguiente merma de la exposición a los rayos ultravioleta del sol y un menor nivel de vitamina D en la sangre de la población; la mayor proporción de ancianos y, por ende, una mayor expectativa de vida; una mayor cantidad de turistas internacionales durante los primeros días de la epidemia; el comienzo precoz del brote (los países donde la enfermedad llegó primero tardaron más para tomar medidas de prevención); una mayor prevalencia del cáncer de pulmón, del cáncer en general y de EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica); una mayor proporción de varones obesos; una tasa más alta de urbanización, con mayor consumo de alcohol y tabaco, y los hábitos de saludarse que implican el contacto físico: besos, abrazos o apretones de manos.

“Elegimos como punto de partida de nuestro análisis el día en que cada país registró el 30º caso de COVID-19, y analizamos los días siguientes [entre 12 y 20 días, dependiendo del país]. El objetivo consistía en entender qué sucedió durante la fase en que la enfermedad creció libremente, en forma casi exponencial”, le explica Giorgio Torrieri, docente del Instituto de Física Gleb Wataghin (IFGW-Unicamp) y coautor del artículo dado a conocer en la plataforma medRxiv, aún sin revisión por pares.

Según el investigador, la propuesta consistía en aplicar análisis estadísticos empleados comúnmente en el área de la física –entre ellos la regresión lineal simple y el cálculo del coeficiente de determinación– para intentar entender qué sucedió al comienzo de la pandemia. Los datos utilizados en los análisis provinieron de diversas fuentes, en buena medida de un repositorio público conocido con el nombre de Our World in Data.

“La idea era evaluar las siguientes cuestiones: ¿en caso de que no se hiciese nada para contener la enfermedad, con qué velocidad se propagaría el virus en los distintos países o entre los diversos grupos sociales? ¿Factores tales como la temperatura, la densidad demográfica, la urbanización y las condiciones sanitarias de la población tienen influjo sobre la velocidad de contagio?”, explica Torreri.

Algunos estudios sugieren que la vacuna BCG, contra la tuberculosis, puede ter algún efecto protector en casos de COVID-19. Los análisis que los investigadores de la Unicamp y de la Universidad de Barcelona realizaron indican la existencia de una correlación débil entre ambas variables (el índice de inmunización contra la tuberculosis y el índice de contagio del SARS-CoV-2). Con todo, según Torrieri, es posible que este resultado se haya visto perjudicado debido a la falta de datos confiables en los países donde la vacunación no es obligatoria.

Si bien es imposible que los países alteren algunas de las variables estudiadas, tales como el clima, la expectativa de vida y la proporción de ancianos, por ejemplo, su influjo sobre la propagación de la enfermedad debe tenerse en cuenta en la formulación de políticas públicas con miras a ayudar a delinear estrategias de testeo y de aislamiento social, sostienen los científicos.

Según los autores, los gobiernos pueden controlar otras variables, tales como el testeo y el aislamiento de viajeros internacionales, la restricción de vuelos hacia las zonas más afectadas por la pandemia, la promoción de hábitos de distanciamiento social y la implementación de campañas tendientes a disminuir el contacto físico mientras el virus siga propagándose, y las campañas orientadas a estimular en la población la complementación con vitamina D y la disminución del tabaquismo y la obesidad.

“También hacemos hincapié en que de las algunas variables consignadas resultan útiles para inspirar y dar apoyo a la investigación científica en el área médica, tal como la correlación del contagio con el cáncer de pulmón, la obesidad, el bajo nivel de vitamina D y los distintos tipos sanguíneos y la diabetes tipo 1. Definitivamente, esto merece un estudio más profundo, con datos de pacientes”, culminan los científicos. (Fuente: AGENCIA FAPESP/DICYT)

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