En la órbita alrededor de la Tierra permanecen atrapados fragmentos de antiguas misiones espaciales que, fuera de control, amenazan nuestro futuro en el espacio. Con el tiempo, el número, la masa y el área de estos residuos es cada vez mayor, lo que supone un riesgo para los satélites en funcionamiento.

La Oficina de Desechos Espaciales de la ESA vigila de manera continua la evolución de la basura espacial y cada año publica un informe sobre el estado del entorno de los desechos espaciales.

Desde el comienzo de la era espacial en 1957, se han lanzado toneladas de cohetes, naves e instrumentos al espacio. Al principio no se preveía qué hacer con ellos al final de su vida útil, por lo que su número no ha dejado de crecer y las explosiones y colisiones en el espacio han generado cientos de miles de desechos peligrosos.

“El actual problema de los residuos espaciales se debe sobre todo a las explosiones en órbita, provocadas por el remanente de energía (combustible y baterías) a bordo de naves y cohetes. A pesar de las medidas que llevan aplicándose años para evitarlas, su número no ha descendido. Y aunque se están introduciendo mejoras en la eliminación de los materiales una vez finalizadas las misiones, su aplicación es lenta”, señala Holger Krag, director del Programa de Seguridad Espacial de la ESA.

“Visto el constante aumento del tráfico espacial, tenemos que desarrollar y ofrecer tecnologías que eliminen los fallos en las medidas de prevención de desechos, cosa que la ESA está haciendo precisamente a través de su Programa de Seguridad Espacial. Al mismo tiempo, los reguladores deben vigilar con más detenimiento el estado de los sistemas espaciales, así como el cumplimiento a nivel mundial de las medidas de reducción de desechos bajo su jurisdicción”.

En la actualidad existen directrices y normas internacionales que especifican claramente cómo podemos lograr un uso sostenible del espacio:

    -diseñar cohetes y naves que minimicen la cantidad de material que se desprende durante el lanzamiento y las operaciones debido a las duras condiciones del espacio
    -evitar explosiones liberando la energía acumulada, mediante la pasivación de las naves una vez finalizada su vida útil
    -alejar las misiones difuntas de la órbita de los satélites operativos, ya sea mediante su desorbitación o su traslado a una órbita cementerio
    -prevenir las colisiones en el espacio mediante una cuidada selección de las órbitas y efectuando maniobras anticolisión

Numerosas agencias espaciales, empresas privadas y otros actores están cambiando su comportamiento para seguir estas directrices. Pero ¿es suficiente?

El número de desechos, su masa combinada y el área total que ocupan ha crecido sin parar desde el comienzo de la era espacial. Esta tendencia se ha visto avivada por el gran número de naves y etapas de cohetes que se han desintegrado en órbita.

El área total que ocupa la basura espacial es importante, ya que está directamente relacionada con el número de colisiones que se esperan en el futuro. Según están las cosas, se prevé que las colisiones entre desechos espaciales y satélites en funcionamiento pasen a ser la fuente principal de generación de residuos, superando a las explosiones.

Durante las últimas dos décadas, se ha producido en el espacio una media de 12 fragmentaciones accidentales al año, una tendencia que por desgracia está aumentando. Estos eventos de fragmentación describen momentos en los que se generan desechos por colisiones, explosiones, problemas eléctricos o el simple desprendimiento de objetos debido las difíciles condiciones del espacio.

Los satélites y cargas útiles enviados a la órbita baja terrestre que intentan cumplir las medidas de reducción de desechos son más numerosos que hace 20 años. No obstante, el progreso sigue siendo demasiado lento.
Los satélites y cargas útiles enviados a la órbita baja terrestre que intentan cumplir las medidas de reducción de desechos son más numerosos que hace 20 años. No obstante, el progreso sigue siendo demasiado lento.

Si bien no todos los satélites actuales cumplen las directrices internacionales, cada vez son más los actores que tratan de seguir las normas. Durante la última década, entre el 15 y el 30 % de las cargas útiles lanzadas a órbitas no conformes en la región de la órbita baja terrestre (excluyendo naves relacionadas con vuelos tripulados) han intentado cumplir las medidas de reducción de desechos. Entre el 5 y el 20 % lo lograron, y en 2018 se alcanzó el máximo del 35 % gracias a la desorbitación activa de la constelación Iridium.

La ESA trabaja activamente dando apoyo a las directrices de sostenibilidad a largo plazo de las actividades espaciales de la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos de la ONU, incluida la financiación de la primera misión del mundo para desorbitar un residuo espacial, la ayuda para crear una clasificación de sostenibilidad espacial internacional y el desarrollo de tecnologías para automatizar la evasión de colisiones y reducir el impacto en nuestro entorno de las misiones espaciales.

Para más información, recomendamos consultar las páginas web de las oficinas de Desechos Espaciales y Espacio Limpio de la ESA, que forman parte del Programa de Seguridad Espacial, así como la de nuestra próxima conferencia sobre basura espacial, la mayor del mundo sobre el tema, que tendrá lugar en abril de 2021. (Fuente: ESA)

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