La junta militar birmana cierra Facebook para aislar las protestas

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En una nación en la que Facebook es para muchos la única puerta de acceso a internet, su dominio se convierte en una baza capital de control social. Por eso, no sorprende que, en nombre de la “estabi­lidad”, los militares golpistas birmanos ordenaran ayer a las com­pañías de telecomunicaciones bloquear el acceso a la red social en todo el país. Con la decisión, pretenden abortar cualquier atisbo de desobediencia civil con el golpe de Estado de esta semana, que ha acabado con el frágil experimento de democratización iniciado hace una década.

Como en todo buen golpe de Estado, el control de la información figuraba entre las prioridades de los uniformados. El lunes, mientras detenían a los líderes civiles –incluida la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi,y su aliado el presidente Win Myint–, el país amanecía con las comunicaciones interrumpidas, incluidas redes telefónicas y televisiones, que todavía no se han recuperado.

El día siguiente, los nuevos responsables del Ministerio de Comunicaciones e Información ya advirtieron contra la divulgación de “rumores” en internet que pudieran incitar a disturbios o a la inestabilidad. Ayer, tras los incipientes intentos de organización de resistencia en la red –tan solo la página Movimiento para la Desobediencia Civil sumó 200.000 seguidores en un día–, decidieron cerrar la red social hasta por lo menos el próximo 7 de febrero. “Estamos preocupados” por la gente que “amenaza la estabilidad, que difunde bulos y desinformación y provoca malentendidos a través de Facebook”, se justificaron.

Desde el portal NetBlocks, encargado de vigilar el acceso a las comunicaciones informáticas en todo el mundo, confirmaron que la entrada a Facebook y otras plataformas como Instagram, Whats­App o Messenger, fue restringida por la operadora MPT, de propiedad pública.

La noruega Telenor, que opera en el país, ratificó el bloqueo. “Si bien la orden tiene base jurídica en la legislación de Birmania, no creemos que la solicitud se base en la necesidad y la proporcionalidad, de conformidad con el derecho internacional de los derechos humanos”, protestó en un comunicado.

Con 54 millones de habitantes, más de 22 millones de birmanos mantienen cuentas en Facebook para estar en contacto con amigos y familiares o recibir noticias. Su popularidad supera a la de cualquier otra red. La popularidad obedece a que Facebook no consume datos para el usuario, ni en Birmania ni en otros países del Sudeste Asiático, en una decisión tomada en el 2014 por la empresa de Mark Zuckerberg para ganar cuota en la región.

La omnipresencia de Facebook fue clave en la campaña de represión sobre la etnia rohinyá en el 2017. Durante los meses previos, la red se inundó de noticias falsas y discursos de odio hacia esta minoría, alimentando el sentimiento antimusulmán entre una población de mayoría budista. Su papel fue incluso admitido por la propia firma americana, que en el 2018 reconoció su responsabilidad y prometió mejorar los controles en el flujo de información.

Mientras tanto, en las calles, las protestas por el golpe reflejadas sobre todo en redes sociales no se han materializado en grandes manifestaciones, en parte por el miedo a una represión sangrienta de un ejército con fama de despiadado.

Lo que no desfallece son los episodios simbólicos de desobediencia civil, cada vez más extendidos por el territorio. A las caceroladas y las pitadas nocturnas en señal de protesta en las grandes ciudades o la negativa de numerosos sanitarios a seguir trabajando bajo el gobierno golpista, ayer se sumó la primera –y tímida– protesta callejera. Según Reuters, sucedió en Mandalay, la segunda ciudad del país, cuando una veintena de personas se reunieron a las puertas de la Universidad Médica con carteles como “El pueblo protesta contra el golpe militar”. Al final, al menos tres individuos fueron detenidos por los antidisturbios desplegados para disolver la protesta.

Por su parte, del exterior siguen llegando reacciones de condena al golpe. Una de las más contundentes fue la del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, quien dijo que hará todo lo que esté a su alcance para que la comunidad internacional “ejerza suficiente presión” para garantizar el “fracaso” del golpe.

El mandatario también se refirió a la situación de Aung San Suu Kyi, que se enfrenta a tres años de cárcel por, supuestamente, violar la ley de importación y exportación por poseer unos walkie talkies sin los permisos necesarios. “Si pudiéramos acusarla de algo, es de haber estado demasiado cerca de los militares, de haberlos protegido demasiado”, aseguró en referencia a la connivencia de la Dama con los militares en la represión de los rohinyá.

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