El misterioso origen de una de las pinturas más antiguas del mundo

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Uno de los retos principales de la arqueología es saber en qué momento aparecieron los símbolos y qué implicaciones tuvo su uso en el comportamiento humano. Las pinturas más antiguas encontradas hasta ahora son las de tres cuevas españolas en Cáceres, Cantabria y Málaga, que al parecer tienen cerca de 65.000 años de antigüedad. Su datación ha supuesto un debate muy intenso en la comunidad científica, porque sugiere que las pinturas fueron realizadas por los neandertales y ello no encaja con lo que sostienen algunos científicos.

Ahora, un equipo internacional liderado por investigadores de la Universidad de Barcelona (UB) demuestra que, al contrario de lo que sostienen algunos especialistas del campo que se muestran muy críticos con el descubrimiento, las marcas rojas que hay sobre un conjunto de estalagmitas en la cueva de Ardales (Málaga) son, sin lugar a dudas, resultado de la actividad humana. Según este nuevo estudio, los neandertales debieron acceder en varias ocasiones a la cavidad para marcar simbólicamente y de manera reiterada la formación estalagmítica localizada en medio de una gran sala. El estudio destaca, además, que el ocre utilizado para las pinturas tuvo que recolectarse en el exterior de la cueva. Los resultados de esta investigación se han publicado en la prestigiosa revista académica estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), con el título «The symbolic role of the underground world among Middle Palaeolithic Neanderthals».

A pesar de los esfuerzos de numerosos investigadores para documentar e interpretar el arte de las cavernas, aún quedan algunas preguntas sin resolver sobre el origen, la cronología, la tecnología, la función y el significado de este tipo de arte. Las investigaciones de los últimos años se han centrado, sobre todo, en datar las pinturas más antiguas por el método del uranio-torio. Esta técnica, que se aplica a las concreciones de calcita en asociación estratigráfica con las pinturas, demuestra que este tipo de manifestaciones artísticas son mucho más antiguas de lo que inicialmente se suponía. En pinturas analizadas en las islas de Borneo y Sulawesi (Indonesia), por ejemplo, se han obtenido unas edades mínimas de 39.900 y 43.900 años respectivamente. Otro ejemplo es el de la cueva de El Castillo (Cantabria), donde se ha obtenido una edad mínima de 40.800 años para un disco rojo. Las cronologías más antiguas, de hasta 64.800 años, corresponden a una mano en negativo (Maltravieso, Cáceres), un conjunto de trazos lineales formando un símbolo similar a una escalera (La Pasiega, Cantabria) y un grupo de estalagmitas coloreadas (Ardales, Málaga).

Estas últimas cronologías han sido objeto de controversia en la comunidad científica. Indicarían que las manifestaciones artísticas en cuestión aparecieron al menos 20.000 años antes de la llegada de los humanos anatómicamente modernos al continente europeo, lo que apunta a una autoría neandertal. Para dar una explicación alternativa, los más escépticos han puesto en duda, por ejemplo, que las marcas rojas de la superficie del gran domo estalagmítico en la cueva de Ardales sean de origen humano. En contrapartida, proponen que podría tratarse de depósitos naturales. Ahora bien, el estudio llevado a cabo por el equipo internacional liderado por investigadores de la UB contradice esta hipótesis y permite, al mismo tiempo, saber un poco más sobre los comportamientos de los visitantes de la cueva que hicieron estas marcas rojas.

La cueva de Ardales, también conocida como cueva de Doña Trinidad, está ubicada en el pueblo epónimo, en la provincia de Málaga, en el sur de España. La cueva fue descubierta en 1821 después de que un terremoto reabriera una entrada previamente sellada. El primer arqueólogo que estudió el arte de la cueva fue Henri Breuil a principios del siglo XX, aunque no se ha excavado en ella hasta hace relativamente poco. Actualmente, la de Ardales es una de las cuevas con arte parietal paleolítico más importantes del sur de Europa: se han contabilizado más de mil representaciones gráficas, tanto abstractas como figurativas. Entre los artefactos encontrados en el interior de la cavidad hay herramientas de procesamiento de colorantes y fragmentos de pigmentos, algunos de los cuales se habrían desenterrado de niveles del Paleolítico medio y superior. Tal y como se ha dicho anteriormente, este yacimiento ha sido recientemente el foco de atención de la comunidad científica porque contiene algunas de las pinturas más antiguas del mundo. Hasta ahora, sin embargo, los pigmentos que componen las pinturas de la cueva no se habían estudiado.

A partir del análisis de pequeñas cantidades del residuo rojizo recolectadas en la superficie de las estalagmitas, los investigadores han llegado a la conclusión de que, en efecto, se trata de un pigmento a base de ocre aplicado intencionadamente. «Tanto la localización y distribución de las marcas, como el tamaño y morfología de los cristales que componen estos residuos rojos descartan que se trate de depósitos de origen natural derivados de la acción de microorganismos o de procesos geológicos como los flujos fluviales, la percolación de aguas o la meteorización de las paredes», afirma Àfrica Pitarch, investigadora principal del proyecto. La comparación de estos residuos con muestras de varios depósitos de compuestos de hierro hallados en el interior de la cueva sugiere, además, que el pigmento utilizado para la elaboración de las pinturas proviene probablemente de un afloramiento situado en el exterior de la cueva. «Los depósitos ferruginosos de la cavidad presentan unos rasgos texturales y composicionales muy diferentes a los que se observan en las muestras arqueológicas», añade la investigadora. «Esto implicaría que los autores de estas manchas rojas tuvieron que buscar, seleccionar, recoger y transportar las materias colorantes que posteriormente se utilizarían en la cavidad, es decir, que hubo un cierto nivel de organización», concluye Àfrica Pitarch.

Los investigadores también han observado que las variaciones de composición entre las muestras de pintura corresponderían a las diferencias de cronología de las capas estalagmíticas que las recubren, las cuales, a veces, pueden llegar a miles de años. Este hecho indica que probablemente varias generaciones de neandertales visitaron la cueva y marcaron de manera reiterada con ocre rojo el gran domo estalagmítico. Basándose en esta constatación, los investigadores piensan que el hecho de pintar las estalagmitas no puede ser considerado arte en un sentido estricto, sino que, más bien, sería el resultado de comportamientos gráficos con el objetivo de perpetuar el significado simbólico de un espacio. Es posible que el tipo de marcajes represente el inicio de un largo proceso, en el que las nuevas necesidades vinculadas a un incremento de la complejidad social habrían desencadenado la aparición de nuevas tradiciones simbólicas ligadas a técnicas más variadas e innovadoras.

Según explica João Zilhão, supervisor del proyecto, «los datos de la cueva de Ardales y otras cuevas ibéricas con arte parietal realizado hace más de 65.000 años nos indican que el mundo subterráneo tuvo un papel fundamental en los sistemas simbólicos de las comunidades neandertales». La acción de marcar repetidamente con pigmento rojo espeleotemas tan imponentes como la cúpula de Ardales sugiere al investigador que sus autores «buscaban resaltar y perpetuar la importancia de este emplazamiento a través de narraciones transmitidas entre generaciones». «Paralelamente, se fortalecería la cohesión entre los miembros del grupo y su vínculo con el territorio», concluye.

«La línea de investigación encabezada por la Dra. Pitarch y el Dr. Zilhão, de gran impacto internacional, abre nuevas perspectivas en el campo de las aptitudes simbólicas de los neandertales; es un orgullo para el SERP, grupo de investigación de nuestra Universidad, liderar trayectorias como esta, de vanguardia en el ámbito de la ciencia prehistórica», destaca Josep Maria Fullola, coautor del trabajo y director del grupo de investigación SERP-UB.

Esta investigación, dirigida por Àfrica Pitarch Martí y supervisada por João Zilhão, ha sido financiada por el programa Beatriu de Pinós – AGAUR (proyecto 2017 BP 00046) y se ha llevado a cabo dentro de la estructura del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas (SERP-UB) en colaboración con investigadores de diferentes universidades e instituciones nacionales e internacionales. (Fuente: UB)

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