La psicosis de la guerra provoca que Alemania revise su red de búnkeres

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«Estamos recibiendo ofertas de todo el mundo, nos han ofrecido millones, pero solo hay posibilidad de alquilarlo y eso no va a cambiar», zanja la cuestión Mario Piejde, gerente de Bunker Schutzraum Systeme Deutschland (BSSD), con sede en Berlín, empresa que gestiona el búnker de Zweibrücken, en Renania Palatinado. La instalación antinuclear fue construida por la OTAN al final de la Guerra Fría, costó unos 80 millones de marcos, que vendrían a ser 40 millones de euros. Después de la reunificación, ya en desuso, fue comprado por un particular que ahora está dispuesto a alquilarlo por 3.900 euros al mes y un contrato mínimo de cuatro años.

Con las bombas cayendo a solo 25 kilómetros de la frontera de la vecina Polonia, la demanda de este tipo de inmuebles se ha elevado por las nubes en Alemania, pero son muy pocos los que por su cuenta pueden acceder a uno de estos refugios y la ciudadanía se interesa por la red pública de búnkeres que estuvo en activo durante la II Guerra Mundial.

«Muchas veces escuché a mi abuelo relatar cómo acudían a refugiarse al búnker de la calle Reinhardstrasse, pero ahora es una propiedad de Christian Boros, un millonario polaco coleccionista de arte», dice Leo, ingeniero de profesión y que ha solicitado a Protección Civil una lista de refugios públicos activos en el berlinés distrito de Mitte-Tiergarten.

La respuesta que ha recibido es que el gobierno está revisando la lista de refugios existentes, pero el hecho es que casi una cuarta parte de las instalaciones en el oeste de Alemania ha sido desmantelada en las últimas décadas. Entre otras razones, porque su mantenimiento resultaba demasiado caro y eran considerados obsoletos, pero también por motivos históricos, ya que pertenecieron al mega proyecto urbanístico Germania, que Albert Speer diseñó para Hitler.

«En un supuesto bombardeo, la población no puede ser hoy puesta a salvo en búnkeres y refugios públicos porque ya no hay refugios públicos disponibles», informa la Agencia Federal de Bienes Raíces (BimA). De los 2.000 sistemas de refugios públicos en los estados federales occidentales, se han reconvertido unos 1.400 en aparcamientos, almacenes o diversas propiedades privadas. Algunos de ellos fueron sencillamente sellados. En la parte este de Alemania ni siquiera se incluyeron en el concepto de refugio federal después de la reunificación y quedaron abandonados. Fue en 2007 cuando el gobierno alemán decidió formalmente renunciar a los refugios públicos y desarrollar una nueva estrategia para proteger a la población, momento en que algunos particulares aprovecharon para comprar a precio de ganga. Desde entonces, han sido sistemáticamente desmantelados y reutilizados.

La Agencia Federal de Tareas Inmobiliarias se ha estado encargando de gestionar los refugios y desclasificarlos de la obligación de protección civil. Solo en 2021, a causa de la pandemia, el Sistema Nacional de Alarma decidió revisar sus protocolos y recursos. Llevó a cabo un simulacro, en septiembre del año pasado, en el que volvieron a sonar las alarmas de ataque aéreo por primera vez desde 1945, pero la reformulación de asistencia no contempla hoy la oferta de refugios, sino una aplicación móvil, denominada NINA, que informa de forma fidedigna en caso de emergencia a los ciudadanos y da instrucciones precisas sobre cómo proceder en cada caso.

«A falta de sistema público, la gente intenta dotarse por su cuenta de protección y estamos desbordados, recibimos más de cien consultas diarias, pedidos también desde fuera de Alemania», dice Piejde, que ofrece refuerzos en sótanos o habitaciones especiales denominadas ‘salas de pánico’contra armas de fuego, minas y explosivos, ondas de presión e incluso radioactividad. Lo más solicitado es la instalación de placas de acero blindado de un espesor de hasta 100 milímetros por precios que oscilan entre los 50.000 euros y el millón. «Nuestras existencias se han agotado por completo. A partir de ahora tenemos lista de espera para nuestros módulos terminados», advierte, y cuenta con pedidos hasta finales de 2023.

Esta empresa abrió sus puertas en 2014 y ha visto incrementar su demanda progresivamente durante las últimas crisis. «Para muchos, la guerra en Ucrania es solo el detonante final de una larga situación de miedos progresivos que lleva a buscar refugios», dice Piejde.

Con la caída del Muro y el final de la Guerra Fría, los búnkeres en Alemania parecían haberse vuelto superfluos porque ya nadie esperaba una guerra convencional, en la que se lanzasen bombas sobre una zona poblada, confirma la Oficina Federal de Protección Civil y Asistencia en Casos de Desastre (BBK). En las últimas semanas sin embargo, los Bundesländer alemanes han vuelto los ojos hacia los refugios existentes. Palatinado Occidental, por ejemplo, se ha cerciorado de que «en Kaiserslautern todavía hay muchos túneles debajo de la ciudad que se utilizaron en épocas anteriores como las llamadas bodegas de hielo, para almacenar el hielo de las cervecerías».

Según el ayuntamiento de la ciudad, estas bodegas también se utilizaron como refugios durante la Segunda Guerra Mundial y se está revisando su estado. Todavía hay búnkeres militares en el distrito de Donnersberg, por ejemplo en Kriegsfeld, en la antigua base militar de North Point, que el ejército alemán está volviendo a poner en funcionamiento. En Kindsbach, por ejemplo, hay un antiguo búnker de la OTAN que se liberó para uso civil en 1992 como parte de la reconversión y desde entonces ha sido de propiedad privada.

«Es difícil decir si estos antiguos refugios podrían volver a funcionar en caso de emergencia, creo que no cuentan ya con suficientes conexiones de electricidad o agua para acoger a muchas personas durante un período de tiempo largo», duda su actual propietario. Otro imponente búnker de 50.000 metros cuadrados fue comprado por Amazon, que lo está actualmente reconstruyendo como almacén. «Es como si hubiéramos retrocedido setenta años en el tiempo», lamenta Petra Reuter, propietaria de un búnker en Renania Palatinado. Durante la Guerra Fría, el Bundesbank almacenó 15.000 millones de marcos en billetes en este refugio, cuyo nombre en clave era BBKII. Después fue utilizado por una cooperativa regional y por un fondo inmobiliario hasta que Petra y su marido Manfred lo compraron para convertirlo en museo. «Muchos conocidos nos felicitan por contar hoy con un refugio seguro y nos preguntan si habría sitio para ellos en caso de emergencia», se asombra Petra. «Pero me niego a pensar que eso llegue a suceder; esta búnker es un museo, cosa del pasado». (ABC)

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