La ciudad de Mariúpol, o lo que queda de ella, no se rinde y ha ligado irremediablemente su nombre a la historia de las páginas negras o heroicas de Europa. Pese a la situación desesperada, la catástrofe humanitaria y tres semanas de infierno, las autoridades ucranianas rechazaron el ultimátum ruso de rendición y advierten que tampoco lo harán, en el futuro, en ninguna ciudad asediada.

El presidente Zelenski exhibió orgullo nacional. “Ucrania no podrá cumplir el ultimátum. No podremos hacerlo físicamente. ¿Cómo se puede hacer esto? Tendrían que eliminarnos a todos y entonces su ultimátum se cumplirá automáticamente. Podemos cumplir el ultimátum solo cuando ya no estemos”, dijo Zelenski en una entrevista en el digital ucraniano Obschestvennoye .

La ciudad portuaria de Mariúpol es muchas cosas a la vez. Su resistencia impide la primera victoria tangible para el presidente Vladímir Putin: unir los territorios del Donbass con la península de Crimea, anexionada en el 2014, un corredor que de llegar a Odesa despojaría de salida al mar a Ucrania. Las tropas rusas fracasaron entonces pero se encaminan, al coste que sea, a una victoria a fuego lento, condenada por toda la comunidad internacional. Las organizaciones humanitarias se desesperan con este caso, bien por crueldad rusa, bien por las dificultades de establecer un corredor seguro.

“Mariúpol puede ser la primera victoria para Putin, una subida de moral para las tropas rusas y el momentum para acometer otros frentes”, estimaba en la BBC Rob Lee, un analista militar estadounidense.

Para el ministro ucraniano de Defensa, Oleksii Reznikov, la resistencia de Mariúpol está “salvando” a otras ciudades, como Dnipro, Kyiv y Odesa del recrudecimiento de los ataques rusos.

El coste de la resistencia numantina es elevado. Mariúpol está pagando más que cualquier otra ciudad ucraniana, condenada por la geografía que en su día la hizo próspera, con 450.00 habitantes. Hoy tiene dos edificios culturales en los que se refugiaban centenares de personas cuya suerte se desconoce tras ser bombardeados. Llegan testimonios de una batalla urbana, calle por calle, al modo de Grozny en 1999 y 2000, y de que los cadáveres son sepultados en zanjas cavadas a toda prisa en cualquier parque, a la espera de tiempos mejores. (La Vanguardia)

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