De la obesidad a los problemas oculares en la infancia

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Se ha completado un estudio sobre las posibles asociaciones entre la disminución de la agudeza visual y el exceso de peso en niños en edad escolar.

Un estudio anterior, realizado por el Ministerio de Salud de la provincia de Mendoza en Argentina advirtió una singular concurrencia epidemiológica: el vínculo entre obesidad y problemas de visión. Esto impulsó a los investigadores Marcos Giai y Estela Dolores Franco, ambos de la Universidad Juan Agustín Maza en Argentina, a indagar sobre esta relación.

En el trabajo de Giai y Franco se analizó una población de 62 estudiantes que asistían a quinto grado de la Escuela 1-275 “José Manuel Estrada”, de la localidad de Guaymallén, Mendoza, Argentina.

En primer lugar, se midió la agudeza visual de los participantes mediante el test de optotipos de Snellen y se consideró “preservada” si el porcentaje de visión era de 7/10 o mayor, y “alterada” en caso contrario. Se registró en ambos ojos y sin la corrección de lentes. Adicionalmente, se obtuvieron los valores de la estatura y el peso corporal de los estudiantes mediante procedimientos antropométricos estandarizados. Además, se consignó el sexo y los años de edad de cada alumno.

El 63% de los participantes tenía un Índice de Masa Corporal (IMC) entre 13,8 y 19,4, preservado para el sexo y la edad. El 37% restante tenía un IMC mayor a 19,4, excesivo para el sexo y la edad. Este porcentaje pudo dividirse entre alumnos con sobrepeso (18%) y alumnos con obesidad (19%).

En cuanto a la agudeza visual promedio de los escolares, esta fue de 8,8. El 30% presentó valores de agudeza visual menores a 7 en ambos ojos sin corrección. El dato interesante aparece al distribuir esa información según el fenotipo nutricional; allí se nota que la agudeza visual disminuida se comportó de la siguiente manera: peso preservado: 17,9%; sobrepeso: 18,2%; obesidad: 66,7%.

En conclusión, casi el 85% de los niños con posibles problemas de visión presentaron también obesidad.

La etapa crítica para la maduración de las estructuras oculares y la agudeza visual comprende desde el primer año de vida hasta los nueve años de edad. El niño alcanza la madurez y la funcionalidad visual de la adultez cerca de los cinco años de edad. Por este motivo es tan importante realizar un examen que mida la agudeza visual durante la primera infancia y los años escolares.

La asociación encontrada en este estudio entre la disminución de la agudeza visual y la obesidad escolar obliga a hacer un análisis más profundo, puesto que esta enfermedad podría vincularse con un incremento incontrolado de la presión intraocular y la aparición de glaucoma.

Asimismo, la concurrencia en el sujeto obeso de elevados niveles de azúcar y triglicéridos en sangre, acelera patológicamente el daño de la microvasculatura retiniana y posibilita la aparición de retinopatía, la disminución de la agudeza visual y la posterior ceguera.

Otra de las conclusiones del estudio es que los países de América Latina demuestran una prevalencia desmesurada de exceso de peso en la infancia y la adolescencia. Por cada niño con desnutrición crónica y una talla inferior a la esperada en la región, existe otro con obesidad.

Las encuestas dietéticas alertan incansablemente sobre la “occidentalización” de la alimentación: preponderancia de los glúcidos, carbohidratos refinados y grasas saturadas; pérdida de la riqueza culinaria de la cocina regional e inseguridad alimentaria de los hogares.

Como consecuencia de estos factores emerge un cuadro nutricional marcado por el déficit de hierro, yodo, y vitamina A, entre otros. Este fenómeno se ha denominado como el “hambre oculta” e impacta directamente en la calidad de vida de las personas.

La vitamina A es imprescindible para la evolución y la maduración de las estructuras oculares; de hecho, la carencia de este nutriente se reconoce rápidamente por la disminución de la agudeza visual y por la pérdida de visión nocturna. Según datos aportados por esta investigación, se estima que en el mundo entre cinco y diez millones de personas (entre ellos alrededor de quinientos mil niños) pierden la visión debido a la deficiencia de vitamina A en la alimentación cotidiana.

“La relación destacada en este trabajo entre la disminución de la agudeza visual y la obesidad no es más que un recordatorio de la necesidad permanente de atender cuestiones relevantes en el contexto de la transición nutricional que vive nuestra región. La obesidad escolar podría ser la primera manifestación de patologías desencadenadas por carencias nutricionales como la anemia ferropriva y la ceguera nocturna”, afirma a Argentina Investiga el magíster Marcos Giai. (Fuente: Gabriel Omar Chaud / Universidad Juan Agustín Maza / Argentina Investiga)

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