“Las tropas rusas no se retiran, se reposicionan. Rusia ha mentido repetidamente sobre sus intenciones”, resumió ayer el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, para expresar la desconfianza, compartida por Kyiv, sobre una supuesta desescalada militar en las zonas de Kyiv y Cherníhiv “para dar confianza”, anunciada anteayer.

El tiempo transcurre de formas distintas en esta guerra. Para Ucrania y Occidente, 36 días de contienda son una eternidad, para Moscú es solo el final de la primera fase de una guerra en la que su mandamás se juega el destino. “Se ha convertido en la guerra personal de Putin, aunque la factura está siendo pagada por gente inocente en Ucrania y, cada vez más, por rusos ordinarios”, ha estimado Jeremy Fleming, jefe del espionaje británico, desde Australia.

En Kyiv, el presidente Volodímir Zelenski llama a no bajar la guardia, temeroso de que el tono “dialogante” transmitido por Moscú en Estambul pueda ralentizar las ayudas militares y hacer creer a la opinión pública internacional que la guerra está en sus últimos días. A su juicio, el objetivo de Rusia es intensificar su campaña en el este de Ucrania.

Infatigablemente, el presidente Zelenski se dirige a diario a parlamentos extranjeros en los que rara vez deja de pedir ayuda militar y más sanciones para Rusia. Ayer fue el turno de Bélgica y los Países Bajos. Zelenski reclamó a la cámara belga que Amberes deje de comprar diamantes a Rusia, proveedor del 20%. Y en cuanto a Países Bajos, destacó su original petición de que “adopten una ciudad” ucraniana para contribuir a su reconstrucción.

Los mandos militares ucranianos alertan que los rusos preparan en Gómel, Bielorrusia, el relevo de las guarniciones más castigadas para retornar a los alrededores de la capital con nuevas fuerzas y posibles cambios estratégicos. De esta forma, el ejército ucraniano no podría concentrarse en la defensa de sus posiciones en el este.

En este compás de espera y de pequeños gestos, las tropas rusas cedieron ayer el control de la central nuclear de Chernóbil y se replegaron a Bielorrusia, según el organismo estatal de la energía nuclear de Ucrania (Energoatom). El mismo organismo describe otros de esos episodios que hacen pensar que el ejército ruso está pésimamente organizado. Según Energoatom, las tropas rusas cavaron trincheras y estacionaron en la zona más peligrosa de la central, por lo que recibieron “dosis significativas de radiación”, con el consiguiente ataque de “pánico” y fuga.

La ocupación de la central de Chernóbil, una de las primeras atracciones turísticas de Ucrania, según los folletos, se produjo en las primeras horas de la guerra, el 24 de febrero, y había obligado a los operarios ucranianos a quedarse sin opción de rotar turnos. La mención de Chernóbil, siniestrada en 1986, el mayor accidente nuclear de la historia, refuerza esta apariencia de “guerra antigua” que revive el siglo XX.

De milagro o no, el conflicto armado ha sorteado el riesgo de algún accidente colateral en los quince reactores nucleares de Ucrania, agrupados en cuatro grandes centrales, de las que una, Zaporiyia, está bajo control ruso. Precisamente hoy, el secretario general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Rafael Grossi, se entrevistará en Rusia con los responsables nucleares, tras visitar ayer Kyiv. El objetivo: garantizar el máximo de precauciones por ambos contendientes.

La situación en la ciudad costera de Mariúpol sigue constituyendo la mayor preocupación humanitaria de esta guerra. Anoche, el Ministerio de Defensa de Rusia anunció que hoy, 1 de abril, permitirá un corredor humanitario en Mariúpol, atendiendo así las peticiones de los líderes de Francia y Alemania al presidente Putin.

El Comité Internacional de la Cruz Roja ya había recibido buenas palabras de ambas partes para evacuar un número significativo de civiles. De los 430.000 habitantes en tiempos de paz, se estima que restan 100.000 entre las ruinas de una ciudad próspera, sometida a un asedio atroz del que todavía resiste, en contra de todos los pronósticos. A tal efecto, el Gobierno ucraniano organizó ayer un convoy de 45 autocares que debían llegar anoche a Mariúpol, con la intención de salir a lo largo de hoy viernes con destino a Zaporiyia, la ciudad más importante de la zona, bajo control ucraniano (a diferencia de su central nuclear). (La Vanguardia)

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