Las fugas en las tuberías del Nord Stream provocan una nube tóxica en Escandinavia
Una evaluación llevada a cabo por el grupo de investigación ICOS (Sistema Integrado de Observación de Carbono) muestra el fuerte aumento en los niveles de metano en la atmósfera alrededor de las cuatro fugas causadas en los tubos del gasoducto Nord Stream, en el mar Báltico. En varias estaciones de medición en Suecia, Noruega y Finlandia, se observan valores elevados de metano que causan graves daños ambientales.
Según los últimos cálculos de la Agencia Federal del Medio Ambiente de Alemania (UBA), el sabotaje causará en conjunto el escape de 300.000 toneladas de metano, lo que corresponde a alrededor de 7,5 millones de toneladas de CO2 equivalente. Los equivalentes de CO2 se utilizan como punto de referencia para el impacto ambiental de los gases de efecto invernadero. El número indica cuánto contribuye el gas respectivo al calentamiento global en comparación con el dióxido de carbono. Según UBA, el valor calculado corresponde aproximadamente al uno por ciento de las emisiones anuales totales de Alemania. El cálculo se basa en información estimada sobre el nivel de llenado y el volumen de las dos tuberías del mar Báltico.
La mayor fuga de la historia
Debido a la ubicación en el agua, la extensión es difícil de estimar utilizando datos satelitales, ya que el reflejo del agua o la capa de nubes genera imprecisiones. Sin embargo, una simulación realizada por el grupo ICOS asume que la dirección actual del viento debería conducir a una mayor expansión de la nube de metano. Varios grupos de investigación trabajan actualmente a toda máquina en un cálculo más preciso del posible daño ambiental. Las mediciones que faltan por hacer en las tuberías, como la cantidad real de gas contenido y la presión actual en la instalación de almacenamiento, dificultan el cálculo del impacto ambiental, pero las estimaciones hablan de una cantidad de metano similar a la que consumen tres centrales eléctricas de carbón en un año, unas 115 toneladas, lo que corresponde incluso a 9,6 millones de toneladas de CO2. Se trata de las mayores fugas de metano de la historia.
A la vista de los cálculos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), los expertos en clima califican la pérdida total de los oleoductos como «desastrosa» y las consecuencias como «impredecibles». Según el IPCC, el metano es más de 80 veces más dañino para el clima que el dióxido de carbono en un período de 20 años. De hecho, en comparación con las operaciones como el ‘fracking’ o las centrales eléctricas de carbón, el impacto de las fugas de gas que está teniendo lugar en el mar Báltico es una «pequeña burbuja», describe Dave Ray, director del Instituto de Cambio Climático de Edimburgo, Escocia.
Dado que el metano está clasificado como no tóxico, la flora y la fauna del Mar Báltico no deberían mostrar ningún cambio, pero de cara a la atmósfera suponen un evento súper emisor de proporciones inimaginables. La organización ecologista German Environmental Aid ha solicitado a los operadores del gasoducto y a las autoridades de supervisión alemanas una operación urgente de bombeado del gas restante de todos los tramos. Su director gerente, Sascha Müller-Kraenner, ha pedido en un comunicado que «pongan los medios necesarios para vaciar los tubos de manera controlada y evitar así que el metano llegue a la atmósfera en tan tremendas cantidades».
Concentraciones extremas de metano en el aire
Por otro lado, los científicos del Instituto Noruego de Investigación del Aire (NILU) estimaron en un primer momento que las fugas totales de metano de las tuberías de gas natural del gasoducto Nord Stream podrían ser de, al menos, 40.000 toneladas. Ayer, las nuevas estimaciones elevaron ese número a 80.000 toneladas. Esto es, cuatro veces más que la emisión anual de metano de la industria noruega de petróleo y gas.
Las mediciones del observatorio noruego Birkenes, así como de varios sitios en el país vecino, Suecia, «detectaron concentraciones extremas de metano en el aire», según detalla el NILU. «Nunca habíamos visto algo así en ninguno de nuestros observatorios», dice la científica Cathrine Lund Myhre. (ABC.es)