Esta foto confirma que Julianne Moore es de otro planeta

0

Julianne Moore le confesó a su maquilladora Gucci Westman que tras haberse cambiado su color y corte de pelo en innumerables ocasiones por razones de guión, un día decidió abrir la boca y decir “no”. A partir de entonces exigía peluca. Se acabó. Lo mismo sucedió con sus cejas, tan pelirrojas que casi ni se perciben en un primer vistazo. Se las maquillaban mal, siempre, y ella callaba. Luego apareció Gucci, que supo cómo tenía que hacerlo casi desde el principio y Julianne, ya inmersa en su proceso de asertividad, la contrató. “Yo por ti, tú por mí”, que diría Rosalía. Es curioso lo fácil que resulta mantener el silencio cuando hay algo que no funciona y bien merece decirse en voz alta. Eso sí, una vez abierta la boca y movilizados los labios, callarse es una tortura. A todo se aprende.

Tiene 62 años pero podría tener 40, 25 o 70, es decir, la edad en Julianne Moore es una ilusión, algo que no merece ni tenerse en cuenta. Si lo recordamos y nos sorprendemos –madre mía, qué bien está– es porque nosotros sí estamos obsesionados con las cifras y letras, y con la idea de que sumar dígitos a los que ya figuran en nuestro DNI es siempre una mala noticia. Se va a peor, nunca a mejor. “Mentira”, podría decir Julianne, y basta mirar su última aparición sobre una alfombra roja con motivo del estreno de su esperada última película Sharper para constatar que lo suyo no es comparable ni siquiera con el vino, es una suerte de nueva raza, especie: las “juliannes”, unas criaturas que viven el tiempo a su manera y según sus propias normas.

Si en un primer momento hemos hablado de cómo la actriz pelirroja más influyente del cine moderno aprendió a ser asertiva es porque este proceso suele estar muy vinculado a un buen envejecer. Callar, esconder, ocultar suele verse en el rostro y el cuerpo. Ser una misma, también. Y Julianne es ella misma al 100%. Su rostro pecoso de labios finos y ojos pequeños poco o nada tiene que ver con el canon de belleza actual. Y le da igual. Su melena pelirroja es suya y por lo tanto única. Y presume de ella allá donde va. Su risa cantarina que empieza como un inesperado trueno y siempre va in crescendo podría ser cortada en la sala de montaje. Y siempre sale entera, de principio a fin. 

Qué hace, qué se pone, qué toma, qué es. Buscar trucos o herramientas de belleza para explicar el peculiar devenir del tiempo en el rostro de Julianne Moore es tarea perdida. Lo suyo va más allá, empieza dentro. Aunque comenzó con un clarísimo no al enésimo tinte de pelo y la contratación de una talentosa maquilladora. Será que negarse a hacer algo y apostar por una misma detiene el tiempo. Será lo que sea.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *