Los aliados se dividen sobre el posible envío de aviones de combate a Ucrania
La petición de Ucrania de aviones cazabombarderos para cambiar definitivamente el curso de la guerra contra Rusia vuelve a dividir a los aliados. Joe Biden y el británico Rishi Sunak no están por la labor, mientras que el francés Emmanuel Macron y sus homólogos de Holanda, Polonia y los países bálticos lo ven con buenos ojos. La nueva fisura se abre días después de que los socios de la OTAN superaran sus divergencias sobre el envío de tanques y acordaran una entrega masiva de ellos desde EE.UU. y Europa, incluida la en principio reticente Alemania.
Biden fue conciso y contundente cuando anteanoche le preguntaron si Washington proporcionaría cazas F-16 a Ucrania. “No”, dijo sin más. Ayer, el líder precisó que lo hablaría con el presidente Volodímir Zelensky. Pero no estaba claro que fuera para negociar con él, sino tal vez para explicarle su negativa.
El mandatario estadounidense no estaba solo. El canciller alemán, Olaf Scholz, había dicho y repetido que “la cuestión de los aviones de combate ni se plantea”, con el añadido de que no le parecía aconsejable entrar en una competición de ofertas de armas a Ucrania, y menos una semana después de haber zanjado el inicial desacuerdo sobre los tanques.
El primer ministro británico, Rishi Sunak, afirmó ayer a través de un portavoz que los cazabombarderos del Reino Unido, Typhoon y F-35, “son equipos muy sofisticados” que requieren tiempos prolongados para formar a los pilotos, por lo que “no creemos que sea práctico” enviarlos.
La ministra de Defensa belga, Ludivine Dedonder, señaló por su parte que la cuestión “no está en agenda” y, además, los F-16 de su ejército aún están “en servicio” para proteger el espacio aéreo de Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
Francia anuncia la entrega de 12 nuevos cañones César a Ucrania, hasta sumar 30 por su parte.
El presidente Macron, en cambio, dijo el lunes que Francia no excluye el envío de jets a Ucrania aunque siempre que se garantice que los aparatos no tocarán suelo ruso, que la medida no conducirá a un aumento de las tensiones y que la entrega no debilitará las capacidades del ejército francés. Pero “por definición, nada está excluido con respecto al envío de armas” al país invadido, dijo.
El ministro de Defensa galo, Sébastien Lecornu, anunció ayer además el envío de doce nuevos cañones autopropulsados César, con lo que el número de unidades de este arma de artillería aportadas por Francia en lo que va de guerra asciende ya a 30. Lecornu se reunió con su homólogo ucraniano, Olexí Réznikov, quien se mostró confiado en que su ejército contará “pronto” con cazas de los aliados porque “todas las peticiones han sido respondidas con un no” inicialmente pero después han acabado siendo satisfechas.
El premier holandés, Mark Rutte, también se mostró abierto a enviar cazas y señaló que en todo caso el asunto “no es tabú”.
Varsovia apoya el envío de cazas pero insiste en coordinarse con los aliados para no repetir la pelea de los Mig-29.
Pero fueron los gobiernos de los países bálticos y de Polonia los que de manera más clara apoyaron la petición de Kyiv. “Ucrania necesita aviones de combate, misiles, tanques… Tenemos que actuar”, dijo el ministro de Exteriores de Estonia, Urmas Reinsalu, en una rueda de prensa con sus colegas de las naciones vecinas celebrada en Riga (Letonia).
El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, tampoco descartó un posible suministro de cazas a Ucrania, si bien aseguró que cualquier decisión así se tomaría “en completa coordinación” con los países de la OTAN. Pesaba el conflicto que Varsovia tuvo en marzo con EE.UU., al poco de empezar la guerra, cuando Morawiecki ofreció transferir a Ucrania unos cuantos Mig-29 polacos de fabricación soviética. Washington dijo al principio que la oferta tenía “luz verde”. Pero después, cuando Varsovia elaboró la oferta y propuso hacer el traslado a través de la base aérea estadounidense de Ramstein, en Alemania, y a cambio de que EE.UU. enviara F-16, la Casa Blanca y el Pentágono la rechazaron de plano; con un “no” tan rotundo como el de Biden del lunes.
Los aliados tendrán que aclararse, una vez más. (La Vanguardia)