Sí hay libros antiguos venenosos
En la película “El nombre de la rosa” de 1986, protagonizada por Sean Connery, se abordaba el macabro uso de libros como trampas mortales. Agregando sutilmente veneno a los bordes de las páginas, los lectores que las iban pasando con los dedos a medida que las leían, podían fallecer posteriormente a raíz de haberse tocado la boca con esos dedos inadvertidamente manchados de veneno. Ahora, un inquietante estudio revela que hay libros antiguos en los que, ignorantes del peligro, los editores emplearon tintas tóxicas. Leer libros de esta clase sin tomar precauciones puede acabar haciendo enfermar de manera peligrosa a los lectores.
Si te encuentras con libros de colores brillantes y encuadernados con tela de la era victoriana, es posible que quieras tratarlos con cuidado, o incluso ni tocarlos. Y harás muy bien, aunque no solo porque así ayudas a conservarlos… Algunos de sus tonos atractivos provienen de tintes que podrían suponer un riesgo para la salud de lectores, coleccionistas o bibliotecarios.
En un estudio reciente sobre estos libros venenosos, se utilizaron tres técnicas, incluida una que no se había aplicado previamente a los libros, para evaluar los tintes peligrosos de una colección universitaria. Los autores del estudio descubrieron que algunos volúmenes pueden ser inseguros.
Esta investigación se ha hecho pública en un congreso reciente de la ACS (American Chemical Society).
“Estos libros antiguos con tintes tóxicos pueden estar en universidades, bibliotecas públicas y colecciones privadas”, advierte Abigail Hoermann, de la Universidad Lipscomb en Estados Unidos. Los usuarios pueden correr peligro si los pigmentos de las cubiertas de tela se frotan en las manos o se transportan por el aire y se inhalan. “Por lo tanto, queremos encontrar una manera de hacer que sea fácil para todos encontrar cuál es su exposición a estos libros y cómo guardarlos de manera segura”. Con Hoermann, también han colaborado Jafer Aljorani, Leila Ais y Joseph Weinstein-Webb, de la Universidad Lipscomb.
El estudio comenzó después de que los bibliotecarios de la Universidad Lipscomb, Jan Cohu y Michaela Rutledge, se acercaran al Departamento de Química de la Universidad para que se verificase si ciertos libros cubiertos de tela de colores brillantes del siglo XIX y principios del XX de la Biblioteca Beaman de la Universidad eran peligrosos. A Weinstein-Webb le intrigó enterarse de cómo el Museo Winterthur, Garden & Library había examinado previamente sus propios libros del siglo XIX para detectar si en ellos estaba presente un compuesto de arsénico conocido como acetoarsenito de cobre. Este pigmento verde esmeralda se utilizó en papel tapiz de la era victoriana, en prendas y, como descubrió Winterthur, en las tapas de los libros de tela. Este descubrimiento condujo al lanzamiento del Proyecto de Libros Envenenados, un esfuerzo de investigación de colaboración colectiva que utiliza fluorescencia de rayos X (XRF), espectroscopia Raman y otras técnicas para revelar la presencia de pigmentos tóxicos en libros de todo el mundo. Weinstein-Webb y los estudiantes de la Universidad Lipscomb que reclutó iniciaron su propia investigación en 2022.
Para el proyecto del libro Lipscomb, el equipo utilizó tres técnicas espectroscópicas:
-XRF para comprobar cualitativamente si había arsénico u otros metales pesados en alguna de la tapa de los libros.
-Espectroscopia de emisión óptica de plasma acoplado inductivamente (ICP-OES) para determinar la concentración de esos metales.
-Difracción de rayos X (XRD) para identificar las moléculas de pigmento que contienen esos metales.
Aunque la XRD se había utilizado previamente para examinar pinturas y papel tapiz, es la primera vez que se utiliza para comprobar la presencia de veneno en los libros, tal como señala Ais. La prueba de XRD se realiza en colaboración con Janet Macdonald en la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos.
Recientemente, los investigadores utilizaron datos de la XRF para demostrar que había plomo y cromo en algunos de los libros de la Universidad Lipscomb. Para cuantificar las cantidades, recortaron las muestras de aproximadamente el tamaño de un pequeño sujetapapeles de las tapas de tela y luego las disolvieron en ácido nítrico. Su análisis mediante ICP-OES demostró que tanto el plomo como el cromo estaban presentes en concentraciones elevadas en algunas muestras. Los ensayos posteriores de XRD indicaron que, en algunos casos, estos metales pesados se encontraban en forma de cromato de plomo(II), uno de los compuestos que contribuye al pigmento amarillo cromado favorecido por Vincent van Gogh en algunos de sus cuadros.
Sin embargo, había mucho más plomo que cromo en las tapas del libro, lo que es algo confuso, ya que el cromato de plomo(II) contiene cantidades iguales de plomo y cromo. Los investigadores creen que quizá los tintes utilizados para teñir los libros contienen otros pigmentos a base de plomo que carecen de cromo, como el óxido de plomo(II) o el sulfuro de plomo(II). El equipo está trabajando para identificar esos otros compuestos en los pigmentos amarillos.
Weinstein-Webb y sus colaboradores también querían averiguar si los niveles de metales pesados en los libros de la Universidad Lipscomb podrían ser perjudiciales para los bibliotecarios que podrían manipularlos. Para algunas de las tapas de los libros, los investigadores descubrieron concentraciones de metal por encima de los límites aceptables para la exposición crónica, según las normas establecidas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. En la muestra disuelta procedente de la tapa más contaminada, la concentración de plomo era más del doble del límite del CDC, y la concentración de cromo era casi seis veces mayor que el límite. La exposición crónica al plomo o al cromo inhalados puede tener efectos nocivos sobre la salud, como cáncer, daños pulmonares o problemas de fertilidad.
Los hallazgos hechos durante el estudio han llevado al personal de la biblioteca de la Universidad de Lipscomb a sellar los coloridos libros del siglo XIX que aún no fueron analizados en bolsas de plástico cerradas con cremallera para manipularlos y almacenarlos. Mientras tanto, los libros en los que se confirmó que contienen tintes peligrosos también fueron sellados en bolsas y en este caso retirados de la circulación pública.
Una vez que los investigadores hayan hecho algunas pruebas más, planean aportar sus resultados al Proyecto de Libros Envenenados y ayudar a difundir información sobre la manipulación segura, la conservación y el almacenamiento de estos libros nocivos por los bibliotecarios y los coleccionistas. (Fuente: ACS)