Australia vuelve a confinar Melbourne ante un brote de coronavirus

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 El martes se volvieron a imponer medidas de confinamiento para contener un brote de coronavirus en la segunda ciudad más grande de Australia, recluyendo a los residentes de Melbourne en sus casas durante seis semanas, salvo aquellos que trabajan en actividades esenciales.

La decisión, que afecta a unos 4,9 millones de personas, fue anunciada pocas horas antes de que la concurrida frontera entre Victoria, de la que Melbourne es la capital, y Nueva Gales del Sur se cierre por primera vez en un siglo.

A partir de la medianoche del miércoles, todos los habitantes de Melbourne deberán permanecer en sus casas, a menos que se desplacen para ir al trabajo, para estudiar, comprar comida o asistir a citas médicas. Los restaurantes, cafés y bares podrán ofrecer solo servicio de comida para llevar, los gimnasios y las peluquerías cerrarán, las reuniones familiares se limitarán a dos personas y se prolongarán las actuales vacaciones escolares.

El primer ministro de Victoria, Daniel Andrews, dijo que las restricciones eran onerosas pero necesarias.

“Con el mayor de los respetos, diría que contraer este virus y morir por él es muy oneroso también”, dijo durante una conferencia de prensa televisada.

El martes, Victoria fue responsable de 191 de los 199 nuevos casos registrados a nivel nacional, el mayor aumento diario desde principios de abril. El pico ha preocupado a las autoridades, aunque el total nacional de casi 8.800 casos y 106 muertes está muy por debajo del de muchos otros países.

“Tenemos que tener claro que esto no ha terminado”, dijo Andrews. “Y fingir que haya terminado porque todos queremos que termine no es la respuesta. Es, de hecho, parte del problema. Una parte muy grande del problema.”

Durante el fin de semana, Andrews restableció estrictas órdenes de distanciamiento social en más de 30 barrios de la periferia de Melbourne y puso nueve torres de viviendas públicas en confinamiento total debido al brote.

Cientos de agentes de policía y soldados se están desplegando para hacer cumplir el cierre de la concurrida frontera de Victoria con Nueva Gales del Sur desde la medianoche del martes.

Esta demarcación, muy porosa, se extiende cientos de kilómetros y es muy utilizada diariamente por trabajadores, escolares y transporte de mercancías.

Las personas que sean sorprendidas cruzando la frontera sin permiso a través de cualquiera de estas 55 carreteras, o varios cruces de ríos y zonas agrestes, se enfrentarán a penas que pueden llegar a una multa de 11.000 dólares australianos (7.700 dólares, 6.800 euros) y seis meses de prisión.

Una segunda región de Victoria, donde se han detectado casos recientes de COVID-19 y donde viven 44.000 personas, se enfrentará a restricciones de cierre similares a las de Melbourne.

El cierre de la frontera y la reintroducción de restricciones en Melbourne suponen un mazazo a las esperanzas de Australia de una rápida recuperación en una economía que roza su primera recesión en casi tres decenios debido a las restricciones de distanciamiento social impuestas en marzo. (Reuters)

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