China «toma posesión» del consulado de EE.UU. en Chengdu tras su cierre

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En medio de una nube de curiosos que han venido de toda China para verlo como si fuera una fiesta, este lunes ha sido clausurado el consulado de Estados Unidos en Chengdu, al suroeste del país. Agravando la «Nueva Guerra Fría» entre ambas superpotencias, que se ha exacerbado con la pandemia del coronavirus, este cierre es la respuesta a la clausura la semana pasada del consulado chino en Houston, acusado de espionaje por las autoridades norteamericanas.

Alrededor de las seis y media de la mañana, doce y media de la noche hora peninsular española, el consulado estadounidense ha arriado su bandera de las barras y estrellas por última vez, según ha mostrado la televisión estatal china CCTV. Durante el fin de semana, sus diplomáticos lo han desalojado y camiones de mudanza se han llevado sus enseres y documentos. Lo que no se ha visto en esta ocasión, como ocurrió cuando la Casa Blanca ordenó el cierre del consulado chino en Houston, es a sus empleados quemando documentos sensibles, una imagen que arroja sospechas sobre las actividades del autoritario régimen de Pekín.

Tras el cierre, fijado para las diez de la mañana (cuatro de la madrugada en España), las autoridades han «tomado posesión» del edificio, según informa el Ministerio de Exteriores chino en un comunicado de una frase. Operativo desde 1985, el consulado de Chengdu cubría las provincias agrícolas y turísticas de Sichuan, Yunnan y Guizhou, la megalópolis industrial de Chongqing, donde la marca Ford tiene una fábrica de coches con el socio estatal Changan, y el Tíbet, vetado para diplomáticos y periodistas. En 2012, en sus instalaciones se refugió el policía Wang Lijun tras huir de Chongqing y desatar un escándalo de corrupción que provocó la caída de una de las figuras más prominentes del régimen, Bo Xilai. En el consulado trabajaban unos 200 empleados, de los que 150 eran personal local.

Una decisión tan extrema como el cierre de un consulado da buena prueba de la crisis entre EE.UU. y China, que llevan semanas enzarzadas en reproches mutuos y sanciones cruzadas. Aunque la propaganda china auguraba una represalia mayor por la clausura de Houston, como el cierre del consulado estadounidense en Hong Kong, finalmente la elegida ha sido una sede secundaria como la de Chengdu. También se había especulado con la posibilidad de clausurar el de Wuhan, epicentro del coronavirus, pero no se encuentra plenamente operativo porque la mayoría de sus diplomáticos fueron evacuados tras el estallido de la epidemia en enero. De esta manera, Pekín mide su respuesta de forma proporcional, pero sin escalar la peor crisis que viven ambos países desde que oficialmente establecieron relaciones diplomáticas en 1979.

No se descartan más acciones contundentes porque EE.UU. acusó la semana pasada a cuatro investigadores chinos de haber ocultado en sus visados que pertenecían el Ejército. Una de ellas, Tang Juan, fue arrestada el jueves tras haberse refugiado en el consulado chino de San Francisco, uno de los más importantes en el país.

Todo indica que esta «Segunda Guerra Fría», en la que China ha relevado a la extinta Unión Soviética en su pugna con la Casa Blanca, no ha hecho más que empezar. El impacto en EE.UU. del coronavirus, del que Trump culpa al régimen de Pekín, ha agravado sus disputas comerciales, tecnológicas y políticas. Ante la tumba de Nixon, el presidente que abrió las relaciones con China en su histórico viaje de 1972, el secretario de Estado, Mike Pompeo, instó la semana pasada a formar «una alianza de democracias» para «provocar cambios» en el régimen del Partido Comunista. Intentando darle la vuelta a las encuestas que pronostican su derrota en las elecciones de noviembre, Trump seguirá azuzando la tensión con China, entre otras cosas para tapar su nefasta gestión de la pandemia y desviar la atención de las violentas protestas que sacuden al país. (ABC)

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