La escasez de tests en la mayoría de países impide saber el alcance del virus en África
“Nuestra pandemia se está acelerando a toda velocidad”. John Nkengasong, director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de África (Africa CDC), pidió la máxima seriedad a los asistentes la semana pasada a una rueda de prensa en la capital etíope, Addis Abeba. Pese a que las cifras en el continente continúan siendo bajas en comparación con el resto del mundo —África supone el 4% de los contagios pese a tener el 17% de la población del planeta—, la progresión de los contagios al sur del Mediterráneo invita a reaccionar de una vez por todas.
Si para llegar a los primeros 100.000 contagios hicieron falta más de tres meses, solo en los últimos 30 días se han contabilizado más de 350.000 nuevos positivos conocidos y dos tercios de los países africanos han doblado sus casos en el último mes. El continente ya supera el medio millón de contagiados y más de 12.000 muertos. Y en realidad es peor: para la Organización Mundial de la Salud, la incapacidad de muchos gobiernos africanos para realizar tests suficientes significa que las cifras solo muestran una pequeña parte de la realidad.
“Es un problema tremendo, una verdadera crisis de acceso”, confesó la semana pasada Matshidiso Moeti, directora de la OMS en África. Según datos del Africa CDC recogidos por Reuters, la escasez de tests hace temer el avance de una “pandemia silenciosa” en un territorio habitado por más de 1.300 millones de personas. La inquietud bebe de la desigualdad de los números. Hasta principios de julio, se habían realizado en África 4.200 tests por millón de habitantes, casi la mitad de la media en Asia (7.650) y lejos de los 74.255 tests por millón de habitantes de Europa. A menos tests realizados, menos positivos y menor es la capacidad de conocer el escenario real de la pandemia.
En los últimos 30 días se han contabilizado más de 350.000 nuevos positivos
Aunque al principio la escasez de material y fondos de financiación mermaron las posibilidades de varios países africanos de testear a los casos sospechosos y conocer así la progresión del virus entre su población, en las últimas semanas los problemas se han destapado en el terreno de conocimiento.
Nigeria, el país más poblado del continente, tiene laboratorios con capacidad para realizar hasta 10.000 tests diarios pero la escasez de personal cualificado y la mala red de carreteras ha limitado enormemente el testeo, especialmente lejos de las grandes ciudades. Según el Centro de Control de Enfermedades de Nigeria, la primera semana de julio se realizaron solamente 2.950 diarios, menos de un tercio de su capacidad real. Ante las dificultades y la cerrazón de algunos países — Tanzania o Burundi se han negado a facilitar cifras de contagios o se han negado directamente a ordenar medidas de confinamiento—, se han establecido medidas alternativas, aunque poco fiables, como comparar países vecinos con población similar, se ha entrevistado a enterradores y responsables de cementerios o se han rastreado incluso búsquedas de Google relacionadas con la pérdida de olfato, uno de los síntomas de algunos enfermos de coronavirus.
A pesar de que hasta ahora la baja mortalidad por la Covid-19 en África, especialmente debido a la juventud de la población del continente con una media de 18 años, ha evitado el colapso de la frágil red sanitaria de buena parte de países africanos, ya se han producido las primeras escenas de tensión en centros hospitalarios desbordados de Sudáfrica o Egipto. La semana pasada, se registraron también protestas de trabajadores sanitarios en Nigeria, Zimbabue, Congo y Sierra Leona que reclamaban aumentos de salario por el sobreesfuerzo y material protector adecuado para trabajar. (La Vanguardia)