Miles de opositores rusos buscan refugio en Israel por la guerra

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Los cineastas rusos Anna Chichova-Bogolyubova y Dmitry Bogoliubov temían ser señalados en cualquier momento como “agentes” extranjeros por su oposición a Vladimir Putin cuando decidieron dejar Moscú para refugiarse en Israel al comienzo de la guerra en Ucrania. “Éramos los siguientes en la lista”, dice la pareja desde el apartamento de un amigo en Rehovot, cerca de Tel Aviv.

Estar en esta lista significa verse obligado “a la autocensura o a la cárcel a más o menos corto plazo”, apunta Dmitri, de 42 años. “En los últimos años nos sentíamos amenazados. Especialmente en los últimos meses, la gente nos espiaba y tomaba fotos en nuestros platós”, explica Anna, de 36 años.

Desde que Rusia comenzó la invasión de Ucrania el 24 de febrero, unos 24.000 ucranianos han huido a Israel, según el Ministerio de Inmigración. Muchos se benefician de la “Ley del Retorno”, que ofrece a los judíos, hijos o nietos de judíos, el derecho a obtener la ciudadanía israelí.

Pero a la sombra de la guerra, los opositores rusos también han empezado a llegar a Israel. Un funcionario de inmigración israelí calcula que desde la invasión han llegado unos 10.000 . “La mayoría son personas educadas, urbanas, pertenecientes a la clase media”, subraya.

Olga Romanova, una lingüista de Moscú de 69 años, solicitó el pasaporte tras la anexión rusa de Crimea en 2014. “Ya pensaba en reunirme con mis dos hijos establecidos en Israel en algún momento, pero entendí que algo andaba mal en Rusia”, dice. En la madrugada del 24 de febrero, cuando los tanques rusos entraron en Ucrania, “se hizo evidente que tenía que irme lo antes posible”, dice a AFP. “La guerra en Ucrania es incompatible con mi forma de pensar y mis valores morales. Me enferma”, suspira.

Esta ola de inmigración, ucraniana y rusa, es la mayor en Israel desde principios de los 90, cuando cientos de miles de judíos dejaron la antigua URSS para empezar de nuevo a orillas del Mediterráneo.

Aquí nos sentimos seguros, volvemos a comer y dormir normalmente, mi hija de cuatro años, que es diabética, está completamente atendida. Pero no sabemos si nos quedaremos, dependerá de nuestro trabajo”, explica Anna.

Sergei, un violinista que pidió usar un nombre falso, voló desde Moscú con su esposa -pianista- y sus tres hijos pequeños. Explica que Israel podría ser solo una etapa: “No sé si nos quedaremos. Probablemente iremos a otro lado”. El estado judío sigue siendo una incógnita y la nostalgia por Rusia no queda lejos.

Perdí mi país. Me lo robaron. Se lo llevó Putin y los matones del KGB”, lamenta Olga, que se fue con dos libros entre los 20 kilos de equipaje, uno de su obra y el otro, una novela del escritor ruso Mikhail Bulgakov. (La Vanguardia)

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