Argentina-Croacia, dos leyendas y sobreviviente
Las puertas de la final se abren de par en par para Argentina y Croacia, para Messi y Modric, para dos equipos que han sabido ser fieles a sí mismos hasta llegar al borde del paraíso. Un último paso les espera antes de pelear por el título. Ambos vienen de superar agónicas tandas de penaltis en cuartos de final, partidos trepidantes que enterraron a dos rivales de enjundia como Países Bajos y Brasil.
De aquellos envites salieron victoriosos el Dibu Martínez y Livakovic, convidados de piedra de un Mundial que está encontrando héroes hasta debajo de las piedras. La capacidad competitiva de las dos selecciones está fuera de duda. Argentina pone la pasión, la grada, a Messi; Croacia es tesón, rebeldía, Modric. En el recuerdo está el zarpazo de los croatas a los argentinos en el último Mundial, en la fase de grupos. El 3-0 con el que despacharon a la Argentina de Sampaoli les hizo tomar el camino recto hacia la final y enviar a Messi por el lado del cuadro de Mbappé. Mal asunto.
Han cambiado las cosas desde entonces. No tanto en Croacia, que mantiene el esqueleto y al seleccionador, Dalic, y lo que ha aportado nuevo –muy interesante– está en la portería y en la defensa, especialmente el central Gvardiol. En Argentina sí hubo más transformación, empezando por el banquillo. Aún así, Scaloni conservará hoy de los titulares ante Croacia de hace cuatro años en Rusia a Otamendi, Tagliafico y Messi. De los croatas se mantienen Lovren, Brozovic, Modric y Perisic.
Recuerdo. La experiencia en estas latitudes del torneo también es diversa. Croacia, pese a que su historia se reduce a 30 años de existencia, juega hoy su tercera semifinal mundialista. Cayó en el 98 ante Francia en el partido que encumbró a Thuram y superó en la prórroga a Inglaterra en Rusia 2018. Con apenas cuatro millones de habitantes, es la envidia del planeta fútbol.
A Argentina las semifinales se le dieron tan bien en su historia que no sabe lo que es perder una. Las cuatro anteriores las superó: EE UU en 1930, Bélgica en 1986, Italia en 1990 y Países Bajos en 2014. Si mantiene hoy la racha, alcanzará su quinta final en cinco intentos.
El partido sirve también para que Messi, quién si no, entre en la historia. Con su presencia igualará los 25 encuentros de Matthäus en fases finales de Mundiales y tendrá, además, la opción de superarle en el siguiente, bien sea la gran final o el partido por el tercer y cuarto puesto.
Messi es la luz de esta Argentina que no juega bien pero le tiene a él. Los datos están ahí. Ha perdido un partido de los últimos 41 –aunque fue en este Mundial, ante Arabia Saudí– y su capitán exhibe un estado de forma sensacional: lleva cuatro goles y dos asistencias en Qatar y se va hasta los 16 goles y 13 asistencias en lo que va de temporada sumando club y selección.
Scaloni no podrá contar con Acuña ni Montiel, lo que lleva a los laterales, casi obligatoriamente, a Nahuel Molina y Tagliafico. Están al cien por cien De Paul y Di María y eso permitirá al técnico volver al 4-3-3 y aparcar hasta cuando sea necesario el dibujo con tres centrales utilizado ante Países Bajos.
En Croacia el cansancio se suple con ilusión. Cinco de las ultima seis eliminatorias mundialistas se fueron a la prórroga, y todas ellas acabaron con triunfo croata. Esa mentalidad de hierro juega a su favor. Croacia no se rinde nunca. Modric tampoco. Esté quien esté enfrente. Sea Neymar, como en cuartos, o Messi, como ahora en semifinales. Tremendo partido. La final aguarda. (AS.com)