Los planes futuros para la sonda interestelar Voyager 2
La Voyager 2 y su “hermana gemela” Voyager 1 son las únicas naves espaciales de la Tierra que están en funcionamiento en el espacio interestelar. Ambas están ayudando a hacer descubrimientos científicos sobre la forma de la heliosfera (la burbuja protectora de partículas y campos magnéticos generada por el Sol) y su papel en la protección de la Tierra frente a las partículas energéticas y otras radiaciones que circulan por el espacio interestelar.
Lanzada al espacio en 1977, la nave Voyager 2 se encuentra a más de 18 horas-luz de la Tierra. En la actualidad, está utilizando cinco instrumentos científicos para estudiar el espacio interestelar. Para ayudar a mantener esos instrumentos en funcionamiento a pesar de la disminución del suministro de energía, la envejecida nave ha comenzado a utilizar un pequeño depósito de energía de reserva que se conservaba como parte de un mecanismo de seguridad a bordo. Esta estrategia permitirá posponer el apagado de un instrumento científico hasta 2026, en vez de tener que hacerlo este año.
Esta estrategia mantendrá activados los instrumentos científicos de la Voyager 2 unos años más de lo previsto, lo que permitirá explorar durante más tiempo el espacio interestelar en las mejores condiciones posibles y maximizar las probabilidades de hacer más descubrimientos científicos.
«Los datos científicos que nos envían las Voyager son más valiosos cuanto más se alejan esas naves del Sol, por lo que estamos decididamente interesados en mantener en funcionamiento la mayor cantidad posible de instrumentos científicos», asevera Linda Spilker, científica del proyecto Voyager en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, centro que se ocupa del control de la misión.
Ambas sondas Voyager obtienen la electricidad de a bordo de generadores termoeléctricos de radioisótopos (RTGs, por sus siglas en inglés), que convierten el calor de la desintegración paulatina del plutonio en electricidad. El proceso continuo de desintegración hace que el generador produzca algo menos de energía cada año. Hasta ahora, la disminución del suministro de energía no ha afectado a la labor científica de la misión, pero para compensar la disminución de energía, los ingenieros han ordenado a la nave apagar unas “estufas” y otros sistemas que ya no son esenciales para mantener la actividad actual de la nave.
Una vez agotadas estas opciones en la Voyager 2, uno de los cinco instrumentos científicos de la nave era el siguiente dispositivo a desconectar en la lista.
En busca de una forma de evitar el apagado de ese instrumento científico, el equipo estudió más detenidamente un mecanismo de seguridad diseñado para proteger a los instrumentos en caso de que el voltaje de la nave espacial cambie significativamente. Dado que una fluctuación en el voltaje podría dañar los instrumentos, la Voyager está equipada con un regulador de voltaje que activa un circuito de reserva en tal caso. El circuito puede acceder a una pequeña cantidad de energía de los RTGs reservada para este fin. En vez de reservar esa energía, la nave la utilizará ahora para mantener operativos los instrumentos científicos.
Aunque el voltaje de la nave no estará regulado tan estrictamente como hasta ahora, incluso después de más de 45 años de vuelo los sistemas eléctricos de ambas sondas se mantienen relativamente estables, minimizando así la necesidad de ese regulador de seguridad. El equipo de ingenieros también puede vigilar el voltaje y reaccionar si fluctúa demasiado. Si el nuevo enfoque funciona bien en la Voyager 2, el equipo podría aplicarlo también a la Voyager 1.
En un principio, la misión de las Voyager iba a durar solo cuatro años, el tiempo que ambas tardaron en viajar hasta Júpiter y Saturno. La NASA amplió la misión para que la Voyager 2 pudiera visitar además Urano y Neptuno. Sin duda, valió la pena aprovechar la oportunidad. De hecho, la Voyager 2 sigue siendo la única nave espacial que ha sobrevolado Urano y también la única que ha sobrevolado Neptuno.
En 1990, la NASA volvió a ampliar la misión, esta vez con el objetivo de investigar el exterior de la heliosfera. La Voyager 1 alcanzó el espacio interestelar en 2012, mientras que la Voyager 2 (que viajaba más despacio y en una dirección distinta a la de su gemela) lo hizo en 2018.
Cuando estas naves se queden sin energía eléctrica, aún pueden ser capaces de cumplir una última misión… Dado que seguirán viajando por la galaxia, alejándose cada vez más de nuestro sistema solar y acercándose a otros, existe la posibilidad de que en un futuro lejano sean encontradas por una civilización extraterrestre. Si eso ocurriese, ambas naves están preparadas para ejercer de embajadoras de la humanidad. Llevan a bordo un extenso mensaje diseñado para ser interpretado por cualquier inteligencia avanzada, que incluye información sobre nuestro mundo y sobre la civilización humana. (Fuente: NCYT de Amazings)