Massa toma el timón de una economía argentina que navega en aguas turbulentas

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La designación de Sergio Massa como «superministro» de Economía de Argentina despierta expectativas de un golpe de timón que permita rectificar el rumbo macroeconómico de un país que navega en aguas turbulentas, muy condicionado por factores económicos, políticos y sociales.

Los desequilibrios fiscales, monetarios e inflacionarios que sufre la segunda economía suramericana no son nuevos, pero han empeorado en los últimos meses, en los que las divisiones políticas en el seno de la coalición gobernante en Argentina decantaron en sucesivos cambios de ministros del área económica.

En estas últimas semanas las medidas adoptadas no lograron rebajar las crecientes tensiones en los mercados y ni frenar la aceleración de la inflación.

La designación de Massa ha sido leída por inversores y analistas como un giro al pragmatismo del Gobierno del presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quienes lideran dentro del frente oficialista dos sectores con crecientes divergencias sobre la política económica.

Ante el deterioro macroeconómico y la pérdida de imagen positiva de un Gobierno que en 2023 afrontará el test de los comicios generales, el elegido para intentar revertir el duro cuadro es un hombre que no integra ni el kirchnerismo ni el sector del peronismo que comanda el jefe de Estado.

Massa es líder del Frente Renovador, tercer núcleo de peso dentro del gobernante Frente de Todos, un «equilibrista» que, para hacerse cargo de la complicada economía argentina, amasará más poder de maniobra y decisión, absorbiendo bajo un nuevo «superministerio» áreas antes disgregadas, como finanzas, hacienda, producción, agricultura y la estratégica relación con los organismos internacionales.

Para el economista Martín Calveira, investigador del IAE Business School, escuela de negocios de la Universidad Austral, resulta «fundamental» que se anuncien medidas de estabilización «con celeridad» y «en un entorno de cohesión, es decir, con señales de acuerdo de todo el espacio político de Gobierno».

«En ausencia de estas condiciones, la probabilidad de éxito de la nueva gestión será casi nula», advirtió Calveira.

Punto de partida

Massa, que jurará el cargo este miércoles, anticipó que prepara una «hoja de ruta» para contribuir al «orden, la certidumbre y el crecimiento» del país.

El punto de partida no es bueno: la recuperación económica lograda en 2021 tiende a debilitarse ante factores desequilibrantes, como el déficit fiscal, la elevadísima inflación (62% interanual en junio), la emisión monetaria para financiar al Tesoro, la escasez de divisas, la enorme brecha entre el tipo de cambio oficial de acceso restringido y las cotizaciones paralelas y un fuerte deterioro de las expectativas que afectan la inversión y el consumo.

Las metas de reducción del déficit fiscal, recorte en la asistencia monetaria al Tesoro y acumulación de reservas monetarias incluidas en el acuerdo sellado en marzo con el Fondo Monetario Internacional marcan un rumbo que seguramente Massa, pieza clave para el aval del Parlamento a aquel entendimiento, ratificará.

Sin embargo, la obligatoriedad para Argentina de cumplir con esas exigentes metas trimestrales para no caer en un colosal cese de pagos con el Fondo constituye un factor adicional de presión.

«La reducción del gasto en términos reales, la readecuación de tarifas, la suba de tasas de interés e incluso una corrección del tipo de cambio oficial parecen ser las medidas inevitables en este contexto», consideró la consultora LCG en un informe.

El problema de avanzar con ese paquete de medidas, añadió LCG, «es que el impacto en el corto plazo será mayor recesión y una aceleración de la tasa de inflación que posiblemente lleve a la variación del índice de precios a tres dígitos».

Presión social

Además de los condicionantes políticos y económicos, está el social. Y no es menor.

Se desconoce la tasa de pobreza actual, pero, dada la evolución del coste de vida, sería mayor al 37,3% de finales de 2021.

El poder adquisitivo de los ingresos cae mes a mes por la inflación y hay jubilados y asalariados formales que cobran menos que el valor de una cesta básica que marca el límite de la pobreza.

¿Hay espacio para dolorosas medidas de ajuste o que generen más inflación?

«Con múltiples movilizaciones en distintos puntos del país, las presiones sociales no ceden y se agravan, sumando una restricción extra al margen de acción del superministro. En este contexto, es difícil ver cómo la política tomará el camino del ajuste fiscal, condición necesaria para atender el desequilibrio macroeconómico», señaló la firma Consultatio en un informe. Fuente: Natalia Kidd/EFE

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