Periodismo cultural en pandemia: entre ayudar al sector e incentivar el consumo
“Periodistas de todo el mundo están recibiendo peticiones para ayudar a salvar la industria cultura”, así resumió el director del medio español La Vanguardia, Miquel Molina, la situación actual del periodismo cultural que casi en todos los diarios del mundo su contenido está ocupado por exigencias del sector hacía entidades públicas y privadas para ser visibilizado y su peligro de extinción.
Molina participó junto a Jorge Carrión, crítico literario y columnista del The New York Times en Español , de una charla sobre la actualidad del periodismo cultural, sus deberes, retos y obligación con el sector, en un evento organizado por el Festival Gabo 2020, que se celebra de manera virtual.
Debatieron hasta qué punto los periodistas deben tomar partidos y “pasar la barrera de la objetividad”, concluyendo que debe ser así para defender la libertad de prensa, los derechos humanos, y, en este caso de la pandemia por la COVID-19, ayudar a evitar la debacle de la industria cultural. “La frontera está en activar el consumo”, dijo Molina.
Carrión fue claro: “el periodista cultural debe actuar como altavoz y crítico”. Una de las últimas publicaciones de Carrión es “Contra Amazon”, en el que se lanza contra el gigante de compra y venta de Internet, rescatando la figura del librero y la librería de autor.
Por su naturaleza misma el periodismo cultural ha tenido más de interpretativo que otros géneros, consistiendo su trabajo en transmitir el entusiasmo por la actividad cultural. “No puede hacer una narración fría, sino representar la emoción de la obra. Si se ha producido algo mágico en una pieza de teatro, en una proyección especial o en un concierto, debe ser capaz de trasladar esa sensación y la respuesta del público”, opinó Molina.
Por su parte Carrión, contó que la pandemia ha sido una oportunidad para que el periodismo cultural recupere su “independencia” respecto a la coyuntura de la industria y que su trabajo es “generar ganas de leer, ver teatro, cine, ganas de pensar, más allá del movimiento cultural”.
“He citado pocas cosas de actualidad. Los periodistas culturales nos estamos dando un festín recomendando libros antiguos y películas, para ampliar e incentivar el consumo”, comentó.
Sin embargo, ese consumo se ha visto profundamente transformado ante la obligación de evitar el contacto, todo el acceso a los productos artísticos es a través del Internet. “Incluso el teatro, que ha sobrevivido a la era de la digitalización porque ofrece una experiencia viva a flor de piel, lo hemos visto en producto empaquetado, compitiendo con Netflix o Filmin, una situación totalmente impensable”, argumentó Molina.
Si bien este nuevo método de consumo puede aportar una mayor difusión, para Carrión, la respuesta es “plana” por parte del público, viéndose separado del producto por una pantalla y ausente de ese ritual que son los espectáculos.
Este punto de ruptura histórico que está sufriendo la industria cultura, infiere Carrión, va a obligar a rediseñar las formas y contenidos de los productos culturales, como “hacer presentar una obra de teatro en un parque con el público en balcones o sillas”.
Molina, por su parte, cree que la respuesta está en la sociedad del coworking, “un intercambio de talentos, en el que un programador trabaja codo a codo con un generador de contenidos no para simular lo más que se pueda una experiencia física, sino ofrecer caminos nuevos”.
No obstante, concuerdan en que la respuesta inmediata y de rescate debe venir de los gobiernos. “A veces la creatividad no alcanza”.
También coincidieron en que, al igual que la industria, el oficio del periodismo cultural está mutando y necesita responder ante estos nuevos desafíos. Carrión explicó que en las redes sociales todavía hay terreno de investigación y que la actualidad demanda leer esos algoritmos, “observar” los productos de Instagram y memes, “una especie de panorama o scanner para ver cómo funciona la información de la cultura”.
“Van a emerger formatos nuevos y desconocidos. Que uno de los ganadores del Pullitzer haya sido un podcast es una señal del poder del audio y un camino interesante”, concluyó.