El artista andino que huyó del estrés pintando 200 cuadros en pandemia

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Guido Quispe (25 años) vivió su infancia en el campo, más precisamente, en la provincia paceña de Los Andes, allí donde a la par de sus huesos también creció su admiración pura hacia el paisajismo, esos que ahora pinta sin cesar, esos que le provocan la noción de que el tiempo se ha esfumado cuando toma sus pinceles.

No pasó un 2019 amable. Una enfermedad lo mantuvo alejado de la vida social, de sus actividades cotidianas y, para colmo, cuando ya mostraba mejorías, la pandemia volvió a golpearlo, esta vez, anímicamente.

Su padre, aquel con el que compartía pocas horas en el campo cuando era niño, contrajo COVID-19 y Guido tuvo que asistirlo durante el confinamiento. Demasiada presión, demasiado estrés en torno a la incertidumbre de saber si su papá se repondría. Y tanta tensión necesitaba un vehículo de canalización.

De pronto, el artista plástico se encontró con un escenario impactante: había pintado más de 200 obras en acuarela.

Pronto para culminar su carrera en Artes Plásticas en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), el paceño, de 25 años, cuenta, en primera persona, que la mayor parte de sus cuadros resignifican la añoranza y la soledad. Dos centenares de pinturas, número colosal, incluso para él mismo.

P: De Los Andes para toda Bolivia…

R: Nací en una provincia muy chiquita. Terminé mis estudios ahí y no había la carrera de artes. El dibujo ha sido uno de los medios que adopté como lenguaje. Sentía que tenía la necesidad de expresar algo. Me recuerdo dibujando desde chico. Esto se hizo más fuerte con el tiempo.

P: ¿Te guiaron en casa hacia el mundo artístico?

R: Mi hermano pintaba, pero no pudo proseguir en este camino. Él ha sido una gran motivación para mí.

P: ¿Cómo ha sido eso de elaborar 200 obras en el confinamiento?

R: En 2019 estaba un poco delicado de salud. No podía hacer muchas cosas, aunque tenía ansias de trabajar. Estaba enfermo, me recuperé y llegó la pandemia. Lo peor fue que mi padre se enfermó de COVID-19. Se encontrabas gravísimo. Verlo ahí me hacía daño, no sabía cómo manejarlo. La acuarela ha sido un gran escape. Lo atendía, le llevaba sus medicamentos y mates, y después me metía en mi cuarto. Perdía la noción del tiempo. Debía estar hasta altas horas al pendiente de mi padre. No me daba cuenta… terminé varios blocs que tenía guardados hace tiempo; y cuando comencé a contar ya eran muchas obras.

P: ¿Qué volcaste en ellas?

R: Creo que lo que más salió ha sido una soledad, sentimientos reprimidos e inconscientes. A veces ni yo mismo me daba cuenta de lo que plasmaba. Fue lo más sincero que pude transmitir.

P: Te hizo bien, el arte te salvó…

R: Exacto, el arte ha sido un gran escape de la realidad que hemos vivido. Antes de la pandemia, me costó recuperarme. Cuando estaba saliendo, de repente me encontró la pandemia. Otro bajón más.

P: Cuando caíste en la cuenta de que has pintado tanto, ¿cuál fue tu primera conclusión?

R: Dije: “me pasé, ahora, ¿qué hago con esto?”. Trabajo generalmente pintura al óleo, pero como estaba delicado de salud no quise exponerme a los aceites. Opté por la acuarela, que me gustaba, pero siempre fue como un pasatiempo. 

P: ¿Dónde ha quedado todo ese arsenal nacido en la pandemia?

R: Tenía previsto hacer una exposición, pero al publicarlas, las vendí. Se han ido vendiendo (risas).

P: El arte en tu vida es…

R: Una de las manifestaciones más íntimas. Mis obras son muy personales. Esas añoranzas que llevaba de niño fui plasmando en algunas de mis obras. Crecí en el campo, de ahí mi nostalgia a través de los paisajes. Intento reflejar la soledad en que viví en esa época. Mi papá trabajaba lejos, no podía compartir mucho tiempo con él.

P: Comenzamos un 2021 condicionado por la situación sanitaria, pero el objetivo de seguir en el arte sigue firme…

R: Así es. El arte es algo que se instaló muy dentro de mí. No puedo dejarlo. Me estoy preparando para concursos. He tenido propuestas e invitaciones.

P: ¿Animas a la gente para que canalice sus sensaciones encontradas?

R: Todos tenemos una vocación. Nadie es inútil. Algunos talentosos canalizan la energía con la música o la literatura. Prosigan. De pronto eso se vuelve un gran aliado en tiempos difíciles. La acuarela es la esquina donde puedo ir a llorar. (Opinión.bo)

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